Medio ambiente y salud mental: ¿Cuál es su relación?
Los expertos y expertas coinciden en que debemos “cambiar el paradigma”, puesto que si bien es un área de estudio reciente, “no hay duda” de la conexión entre el ser humano y la naturaleza.
Según el Monitor Global de Salud 2020, informe publicado en diciembre pasado por la consultora internacional Ipsos, el 50% de las y los chilenos cree que la salud mental es el segundo problema de salud que “enfrentan las personas en la actualidad” en nuestro país.
¿Pero cuál es el impacto del medio ambiente en todo esto? ¿El cuidado de nuestro entorno y cómo nos relacionamos con la naturaleza será un factor determinante en nuestra salud mental?
Los expertos y expertas coinciden en una respuesta afirmativa, ya que si bien estas materias de estudio e investigación son bastante nuevas -10 a 15 años-, cada vez somos más conscientes de la conexión que tenemos con la tierra y su cuidado.
Para Karla Yohannessen, Jefa del Programa de Salud Ambiental de la Escuela de Salud Pública y colaboradora del Programa Transdisciplinario en Medio Ambiente de la Universidad de Chile (Proma), esta relación es bastante clara: “Cuando hablamos de salud mental se debe considerar tanto el bienestar mental y la resiliencia emocional, así como las afecciones de la salud mental propiamente tal. En este sentido, la pérdida del bienestar mental se relaciona principalmente cuando se vulnera el derecho de vivir en un medio ambiente limpio, ya que las personas que viven en ambientes con reconocidos problemas de contaminación, por ejemplo en las zonas de conflicto ambiental, no solo ven afectada su salud física sino que también su salud mental debido a la gran incertidumbre que significa vivir en zonas con altas cargas de contaminación, donde ven a sus familias viviendo en un entorno agresivo ambientalmente. Parte de esto también se relaciona con el hecho de no tener acceso a bienes básicos para la subsistencia como lo es el agua, por ejemplo”.
El psicólogo e investigador adjunto del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, Rodolfo Sapiains, concuerda: “No se habla mucho de la relación entre salud mental y el vivir en un medio ambiente limpio, pero está cada vez más claro que el deterioro de lugar en el cual uno vive, en términos de la naturaleza, está asociado a emocionalidades que pueden llevar a generar en las personas problemas de salud mental relacionados con ansiedades, depresiones o ese tipo de cuadros”.
Como señala la profesora Paulette Naulin, ingeniera forestal, académica de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza y coordinadora del Consorcio del Patrimonio Botánico de la Universidad de Chile, poco a poco se ha producido un “cambio de paradigma”. “Pasa que en general se observa al ser humano como fuera de la naturaleza, como que lo humano no fuera naturaleza y la verdad es que somos un ser biológico. Y estamos comprendiendo cada vez más que no estamos separados de la naturaleza sino que somos parte de ella. Y no digamos en un sentido meramente poético, sino que en un sentido que va de lo biológico hasta lo psicológico. Estamos compenetrados con la naturaleza, entonces hacerse cargo de ese paradigma resulta ser al menos interesante en este escenario actual, porque aislar al ser humano de lo natural hace que tengamos problemas de salud mental pero también biológicos”.
Ciudad, naturaleza, pandemia y salud mental
Ese “cambio de paradigma” pareciera impulsado, aún más, con la pandemia y las restricciones de movilidad que hemos enfrentado en el último año. Como comenta el profesor Hugo Romero, académico del Departamento de Geografía de nuestra Universidad, y especialista en sistemas ambientales y geografía ambiental, “la naturaleza constituye un referente humano muy importante, y en todas las experiencias es un referente de salud mental. Creo que todos sentimos la necesidad de tener espacios públicos por donde caminar y estar en contacto con la naturaleza. Así como existe la necesidad fundamental de relacionarnos con los demás, la experiencia de relacionarnos con la naturaleza tiene el mismo sentido”.
Dicho contacto con lo natural puede ser una gran ayuda para la crisis en salud mental que padece nuestro país. Aquella que señalan expertos y que viven día a día las personas, ya que según el informe “Un Año del Covid-19”, publicado en abril pasado por Ipsos, Chile se reconoce como el segundo país que más ha empeorado su salud mental tras la llegada del virus. En una encuesta en la que participaron más de 21 mil adultos de 30 naciones diferentes, un 56% de compatriotas cree que, “desde el comienzo de la pandemia, su salud emocional se ha visto claramente afectada”.
En un país con índices críticos de centralización, ciudades altamente segregadas y urbanizadas esta temática cobra aún mayor sentido.
El Sistema de Indicadores y Estándares de Desarrollo Urbano del Estado (Siedu), que tiene como principal objetivo “medir y evaluar la calidad de vida de las ciudades chilenas y la efectividad de las políticas públicas en sus aspectos asociados al desarrollo urbano”, plantea que el estándar mínimo de parques urbanos es de 10 m2 por habitante. A mediados de 2019 la medición indicaba la existencia de 3,3 m2 de parque urbano por habitante.
La profesora Paulette Naulin, recuerda, además, que “hay muchos sectores en Santiago y en otras regiones con ciudades grandes que no tienen acceso a estas áreas verdes. De hecho la distribución de áreas verdes en Santiago es muy inequitativa. Hay más áreas verdes por habitante hacia el sector oriente que en el resto de la ciudad. Por ejemplo en Estación Central, donde se hicieron estos edificios tan grandes con tantas personas, en esa planificación no se incorporó un gran parque para que fueran todas esas personas. Entonces, si nosotros pensamos que los permisos (en cuarenta), incluidos los de deportes son de dos a tres horas, una persona que vive en esos lugares tan hacinados no tiene la posibilidad de acceder a la naturaleza. Y la naturaleza, en muchos lugares se usa, incluso en los huertos escolares o en otras iniciativas como ´El Aula de la Madre Tierra´, como intervenciones que disminuyen la violencia entre pares y la violencia intrafamiliar, entonces eso nos habla de que produce este efecto positivo, pero también nos habla de que es necesario para las personas este contacto con la naturaleza”.
El profesor Romero, agrega: “Una ciudad sin referentes naturales, una ciudad de autopistas, una ciudad de túneles, una ciudad de individuos luchando unos contra otros, se ve de alguna manera contradicha con la enorme trascendencia que tienen las experiencias naturales y por eso todos desearíamos no estar encerrados con la pandemia. Nos gusta ir al campo, nos gusta ir a la playa, nos gusta sentir el sol, nos gusta sentir el viento, nos gusta la naturaleza porque constituye un referente humano muy importante. Todas las experiencias que existen a nivel médico, efectivamente, certifican que la naturaleza constituye un componente de nuestra salud mental”.
Ambos expertos concuerdan en que no se puede seguir mirando la construcción de las ciudades de manera parcial, tratando a las áreas verdes como “cosas” que ponemos para cumplir con ciertos parámetros. “Me da la impresión, y no sé si acá los colegas urbanistas estén de acuerdo, pero creo cuando se habla de áreas verdes es como que estuviesen hablando de cosas: ´voy a poner bancas, caminos y árboles´, y los árboles son seres vivos y como seres vivos necesitan un sistema biológico en el que están insertos… un sistema ecológico acorde“, sentencia la ingeniera forestal, agregando que “es muy relevante generar estos espacios públicos donde la gente se conecte con la naturaleza desde una perspectiva menos asistida. Lo que quiere decir que los niños puedan jugar con tierra por ejemplo, o que los juegos no sean sólo de plástico sino que también sean de madera, que haya un pozo con arena. Me refiero a que la plaza de cemento tiene un rol pero el punto es que no sólo sean de cemento”.
Cambio climático y salud mental
El cambio climático es otro factor importante a la hora de hablar de medio ambiente y salud mental. El académico, Rodolfo Sapiains, señala que “lo que aparece de manera consistente es que el cambio climático genera altísimos niveles de preocupación en las personas. No es un problema que la gente vea como algo lejano. Preocupa a la gente porque está cerca, y está cerca en el tiempo y en el espacio porque ya no es algo que ocurre en otro lugar o que va a pasar en el futuro sino que está aquí y ahora. Asociado a esas proyecciones, va generando toda una emocionalidad negativa. Lo que más se reporta es altísimos niveles de preocupación, miedo y tristeza. Esto nos muestra que no es un tema menor”.
Según la Encuesta Nacional Ambiental de 2019, realizada por el Ministerio del Medio Ambiente, el 32.6% de los encuestados y encuestadas cree que el cambio climático “es un problema urgente del que tenemos que ocuparnos hoy”.
La académica y colaboradora del Programa Transdisciplinario en Medio Ambiente de la Universidad de Chile (Proma), Karla Yohannessen, comenta “que el cambio climático como amenaza ambiental global tiene impactos directos en la salud mental (por ejemplo, estrés por calor), así como indirectos (por ejemplo, pérdidas económicas y tensión social debido a la sequía o los desplazamientos debido al aumento del nivel del mar). De hecho, los principales impactos que se han descrito se relacionan con los desastres naturales que han ocurrido (y seguirán ocurriendo) producto del cambio climático y la crisis ambiental. Proyectar estos impactos resulta fundamental para preparar a la población a hacerle frente a éstos, así como también preparar los servicios de atención de salud mental, no obstante, se requiere mayor investigación en esta área para poder hacer proyecciones más acertadas y para identificar otros efectos que podrían ser desconocidos con la evidencia disponible actualmente”.
En esta conexión, el profesor Sapiains, recuerda “que se han empezado a acuñar conceptos como eco ansiedad o eco depresión que son los cuadros tradicionales de ansiedad o depresión pero esta vez relacionados con las proyecciones asociadas al cambio climático en caso de que como humanidad no seamos capaces de enfrentarlo de la manera correcta”.
Aportes Fundamentales
Y si pensamos en soluciones a este pedregoso camino, pareciera las podemos encontrar tanto en la institucionalidad pública, en la organización territorial y también en distintas áreas de la sociedad.
A principios de mayo, la Universidad de Chile creó el Comité de Diversidad Biológica, instancia impulsada por la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo. Para su directora, Silvia Núñez, “uno de los aspectos que develó la pandemia del Covid-19, que nos obligó a encerrarnos en nuestros hogares, fue la gran necesidad de poder ir a lugares abiertos y tener contacto con la naturaleza. En ese sentido, creemos que hay que dar un paso en la valorización de la biodiversidad y el medioambiente, de manera que cuando volvamos a ellos tengamos mayor conciencia del cuidado que requiere, no solo de parte de las autoridades y empresas, sino que de toda la comunidad que se vincula a esos espacios”.
Por su parte, los y las estudiantes poco a poco han comenzado a mirar y afrontar esta temática. Loreto Paillacar, delegada del medio ambiente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile y parte del Comité por la Sustentabilidad, reconoce que es un tema “que hemos estado conversando, pero recién este año estamos dotando de contenido, por decirlo de alguna manera, ya que no es una problemática ajena y se repite en la distintas crisis que consideramos estamos viviendo. En especial, es un sentimiento compartido entre los núcleos de compañerxs que trabajan y aportan desde la Sustentabilidad”, enfatizando que “no debemos sentir que todo está perdido, ya que, a pesar de que el panorama no pinta tan bien, tenemos la oportunidad de ser protectores de la naturaleza y transitar hacia un mejor vivir, pero no podemos hacerlo solos/as, al contrario, debemos co-construir comunidad para cambiar esta realidad en conjunto”.
Finalmente, para el profesor titular y Encargado de Sustentabilidad de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Raúl Villarroel, los cambios también pueden venir desde todas las áreas de estudio: “Creo que una parte importante de la reflexión filosófica actual, en la que yo mismo he intentado hacer mi modesta contribución desde hace años, es que ha buscado poner de relevancia una profunda solidaridad entre el ser humano y la naturaleza; vale decir, ha querido otorgar importancia y validez a las preocupaciones ecológicas, ecoéticas, ecosóficas, medioambientales; que son aquellas en las que se atiende a los grandes peligros para la biosfera, al respeto por los derechos y al cuidado de los animales no humanos y de lo vivo en general”.
Publicado originalmente en Diario Uchile